Maria Velma: guardiana de las semillas y la biodiversidad

En FOLU Colombia tuvimos la oportunidad de conocer a Maria Velma, una mujer indígena del resguardo Cañamomo y Lomaprieta, quien por más de 15 años ha liderado procesos comunitarios en su municipio, convocando y reuniendo a personas alrededor de las semillas y la regeneración. Ella nos explicó que para mantener viva esta lucha se ha convertido en maestra, compartiendo no solo conocimientos sobre semillas, sino también lecciones de vida arraigadas en la tierra misma.

En esta visita exploramos Riosucio, un municipio caracterizado por la presencia de minifundios que componen un paisaje cafetero y panelero. Acá confluyen cuatro resguardos indígenas que luchan por mantener su identidad cultural, trabajando para conservar sus semillas nativas y fortalecer su soberanía alimentaria.

Su tono tierno acompaña profundas reflexiones alrededor de la urgencia de valorar y proteger las semillas que, en sus propias palabras, no solo son la base de nuestra alimentación sino de nuestra cultura, y de la vida en sí misma. Precisamente, son reflexiones como estás las que la han llevado a inspirar a los jóvenes y adultos en su comunidad desde hace varios años.

Actualmente, María Velma es la coordinadora de la Red de Custodios de Semillas de Riosucio, una de las organizaciones que le apuesta a que las semillas se sigan reproduciendo y compartiendo como fundamento para crear comunidad, regenerar los ecosistemas y fortalecer la soberanía alimentaria en la región.

Durante esta visita, tuvimos el privilegio de conocer algunos de los custodios de semillas más comprometidos de la comunidad, quienes no solo aportan muchas semillas a la Casa de las Semillas sino también lideran procesos comunitarios en el ámbito culinario y agrícola. Uno de ellos fue Tobías, un custodio generoso y sabio que cultiva cerca de 20 especies nativas en su chagra.

Fue él quien nos enseñó que las chagras no son parcelas de tierra, sino espacios sagrados que sirven como escuelas vivas de saberes autóctonos.

Diferentes entre sí, pero unidas por el propósito de preservar la cultura y asegurar la soberanía alimentaria, las chagras juegan un rol fundamental en la relación de las comunidades con la tierra y consigo mismos.

Al volver a Bogotá, tras tres días en Riosucio, aprendimos que, para las personas que están en esta organización, las semillas se han vuelto símbolo de esperanza por su inmenso poder de salvaguardar la biodiversidad del territorio y fortalecer la soberanía alimentaria. Cada semilla encierra historias de dedicación y resistencia, y al ser sembradas, nos conectan con la tierra y nos devuelven a nuestras raíces.

Este es el inicio de una serie de visitas a diferentes departamentos de Colombia para entender la realidad de las organizaciones que trabajan desde los territorios. Esta es una apuesta por proyectos que se gesten y nazcan desde el territorio y las realidades de las comunidades, proyectos cocreados que sumen a la visión de cada uno de ellos.

Desde el año pasado, la Coalición para la Alimentación y Uso del Suelo –FOLU, por sus siglas en inglés- en Colombia, ha venido co-construyendo el proyecto “De la Semilla a la Mesa”, el cual busca a rescatar y posicionar la biodiversidad alimentaria de los colombianos a través: 

  • La integración del conocimiento científico y los saberes tradicionales y ancestrales para la conservación y regeneración de los ecosistemas y su biodiversidad.  
     
  • El fortalecimiento de mercados justos y circuitos cortos de comercialización.  
     
  • La incorporación de diversidad de semillas, plantas y hongos en la cultura culinaria territorial para lograr fomentar el consumo de comida sana y saludable, y la apropiación social de la riqueza gastronómica del país. 

Para avanzar en la estructuración del proyecto, del 6 al 8 de mayo, junto con el equipo de FOLU Colombia, visitamos el departamento de Caldas. Este departamento, en el corazón del Eje Cafetero, y donde la cordillera de los Andes se divide en la central y occidental, ha sufrido muchos cambios en el uso del suelo, dejando huellas de degradación. 

Algunos datos 

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Colombia tiene el potencial de convertirse en uno de los mayores proveedores de comida del mundo. Esto, en gran medida gracias a su ubicación geográfica que otorga al país condiciones favorables para el mantener cultivos diversos todo el año. Paradójicamente, la expansión de la frontera agrícola se presenta como una de las actividades que más influyen en la degradación de los ecosistemas colombianos, llevando a la pérdida de su biodiversidad. 

Al mismo tiempo, en el país persiste una severa crisis alimentaria. De acuerdo con la Naciones Unidas,  la mitad de los hogares colombianos están en situación de seguridad alimentaria marginal y una tercera parte de los alimentos se pierden o desperdician, según la FAO. Algunas investigaciones advierten que dicho panorama se ve agravado por la amenaza que representa la inflación de los precios en el acceso a los alimentos de producción local y la competencia con los alimentos importados. 

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